No se borra lo que está escrito
en el papel del corazón cuerpo
Aunque no se diga ni hable
y quede sobre la columna detrás,
escondido, reclinado,
sobre el marco del deber ser
en penitencia la espontaneidad.
Ni se borran los latidos
aunque no canten
son los ecos de las poesías
silenciadas.
¡Eran mis palabras!
el sentir letrado,
los colores dibujados a pulso...
Y la protesta no alcanza para arrancarlo
del exilio de aquella columna, encapuchado.
Pero por suerte manos, las ganas,
el motor recuerdo de ese sentimiento...
y así todos juntos intentando volver
a redactar una historia audible, abierta
y tal vez posible.